martes, 1 de diciembre de 2009

Cuatro poemas de Marcelo Rioseco




Marcelo Rioseco (Chile, 1967). Ha publicado Ludovi­cos o la aristocracia del universo (Editorial

Universitaria, 1995), gana­dor del Primer premio de poesía “Revista de libros”, organizado por el Dia­rio El Mercurio en Santiago de Chile, en 1994. En narrativa, la colección de cuentos cortos, El caza­dor y otros relatos (LOM Ediciones, 1998), la Anto­logía de poesía contemporánea dedicada a Chile por la Revista española LITORAL: CHILE. Poesía contemporánea (Málaga, Ediciones Litoral, 1999). En co‐autoría con el poeta chileno, Armando Roa Vial y Diana Dunkelberger, el libro de traducciones THIS BE THE VERSE. 25 poetas de habla inglesa. (Be‐uve‐dráis Editores, 2002).
Sus trabajos han sido recogidos en diver­sas publica­ciones nacionales e internacionales tales como Mapocho, PROA. Revista de Literatura, Anales de la Literatura Chilena, TROPOS, Revista Iberoamericana, Hispamérica, Barroco, COLUMBIA: A Journal and Literature and Art, Apuntes Hispáni­cos, Litoral, Espéculo, ente otras publica­ciones. En noviembre del 2008 se doctoró en la Universidad de Cincinnati con la tesis: “Ludics Elements in Three Aut­hors of the Chilean Post‐vanguard: Juan Luis Martínez, Diego Maquieira, and Rodrigo Lira”. Actual­mente vive en Pit­tsburgh, USA.

 I

ARTE POETICA


La poesía es:
dar en el blanco arriba de un caballo en movimiento.
Más allá de esto, todo es perfección.

II


RECUERDA AL MAGNIFICO CESAR EMPERADOR



Recuerda al magnífico César Empe­ra­dor
y no lamentes tu suerte,
piensa que todavía la sangre
está tibia en las escale­ras del Senado.

III


SEPTIMO SEVERO ABANDONA LA ACADEMIA
Y SE PRONUNCIA EN FAVOR DE LA POESIA

Clausura los negocios,
abandona el monótono papel legal,
el timbre de aduana y la Academia,
el deber pequeño que todo lo oscurece.
Se escribe sin tinta ni luz,
con poco dinero y en habita­ciones des­agradables;
con acreedores agolpa­dos en la puerta como perros
y la bañera sucia y rodeado de enemigos.
Los delica­dos metros que hoy se elogian en la corte
alguna vez fueron borronea­dos en hojas baratas.

IV

 

CONTINUAMENTE EL VIENTO SOPLA Y NOS OLVIDA

Continua­mente el viento sopla y nos olvida.
Hermo­sas muchachas han reposado en nuestras habita­ciones
cuyos cuerpos hemos gozado con desbordante regocijo,
peligro­sas frutas, peligro­sas bocas
ese perfume todavía nos envuelve
—materia para el arte y los días—
nada demasiado grande para honrar una tumba.
Sólo estas canciones que inú­tiles perseve­ran.