Marcelo Rioseco (Chile, 1967). Ha publicado Ludovicos o la aristocracia del universo (Editorial
Universitaria, 1995), ganador del Primer premio de poesía “Revista de libros”, organizado por el Diario El Mercurio en Santiago de Chile, en 1994. En narrativa, la colección de cuentos cortos, El cazador y otros relatos (LOM Ediciones, 1998), la Antología de poesía contemporánea dedicada a Chile por la Revista española LITORAL: CHILE. Poesía contemporánea (Málaga, Ediciones Litoral, 1999). En co‐autoría con el poeta chileno, Armando Roa Vial y Diana Dunkelberger, el libro de traducciones THIS BE THE VERSE. 25 poetas de habla inglesa. (Be‐uve‐dráis Editores, 2002).
Sus trabajos han sido recogidos en diversas publicaciones nacionales e internacionales tales como Mapocho, PROA. Revista de Literatura, Anales de la Literatura Chilena, TROPOS, Revista Iberoamericana, Hispamérica, Barroco, COLUMBIA: A Journal and Literature and Art, Apuntes Hispánicos, Litoral, Espéculo, ente otras publicaciones. En noviembre del 2008 se doctoró en la Universidad de Cincinnati con la tesis: “Ludics Elements in Three Authors of the Chilean Post‐vanguard: Juan Luis Martínez, Diego Maquieira, and Rodrigo Lira”. Actualmente vive en Pittsburgh, USA.
I
La poesía es:
dar en el blanco arriba de un caballo en movimiento.
Más allá de esto, todo es perfección.
II
RECUERDA AL MAGNIFICO CESAR EMPERADOR
Recuerda al magnífico César Emperador
y no lamentes tu suerte,
piensa que todavía la sangre
está tibia en las escaleras del Senado.
III
SEPTIMO SEVERO ABANDONA LA ACADEMIA
Y SE PRONUNCIA EN FAVOR DE LA POESIA
Clausura los negocios,
abandona el monótono papel legal,
el timbre de aduana y la Academia,
el deber pequeño que todo lo oscurece.
Se escribe sin tinta ni luz,
con poco dinero y en habitaciones desagradables;
con acreedores agolpados en la puerta como perros
y la bañera sucia y rodeado de enemigos.
Los delicados metros que hoy se elogian en la corte
alguna vez fueron borroneados en hojas baratas.
IV
CONTINUAMENTE EL VIENTO SOPLA Y NOS OLVIDA
Continuamente el viento sopla y nos olvida.
Hermosas muchachas han reposado en nuestras habitaciones
cuyos cuerpos hemos gozado con desbordante regocijo,
peligrosas frutas, peligrosas bocas
ese perfume todavía nos envuelve
—materia para el arte y los días—
nada demasiado grande para honrar una tumba.
Sólo estas canciones que inútiles perseveran.